Volvamos a empezar, creo que decidí enamorarme de los momentos en lugar de las personas porque conozco, sin error posible, sus limitaciones y sus alcances. Sé que son efímeros, sé que puedo controlarlos y se que van a acabar en cuanto me lo proponga. Me enamoro de los momentos porque son enormes, te llenan los pulmones y te inundan las nociones. Porque son reales y porque en ese preciso instante, existen como nada más podría llegar a existir en el universo. Porque en los momentos, nada más importa, sólo el tempus fugit de ese preciso segundo. Sólo las ansias de aprovecharlo al máximo, sólo la hambruna de vivirlo y consumirlo sin dejar desperdicio alguno. Los momentos son eso: simples y meros momentos que se definen por si solos y, aún así, me enamoran como lo que más. Sin pensar en el luego, sin cuestionarte un sólo "y si..", sin amargarte por unas estúpidas consecuencias que yacen en manos de Diós sabe quien (o ni Dios, si es que existe uno, sabe).
Decidí decir sí más a menudo, sí a apropiarme de más y más momentos. Sí a hacerme mía mi vida y menos de los planes, y menos de los remordimientos. A hacer porque me apetece y no porque debería. A saltar de un tren por aburrimiento o colarme en otro por osadía. A decidir por mí por lujuria y a comerme el mundo por diversión.
Decidí no agarrarme a ellos y, aún así a no dejarlos ir nunca. Decidí que uno viene tras otro y que no puedo perder el tiempo.
Decidí coser,
tramo a tramo.
Decidí amar,
segundo a segundo.
Pues quiero más,
mucho más.
Voy a amar,
rozar sin piedad,
tu dulce respirar
y el calor
de tu verdad.
Te voy a desnudar
si mis ojos,
si mis manos,
si mis suspiros
lo deciden.
Te voy a acercar,
y mis labios
tiernos,
candentes
verás fantasear.
Hoy vas a gozar,
no lo dudes más,
junto al susurro
de tu cuello,
de tu cuerpo
y al temblor
de mis caderas
y al fluir,
de las sonrisas.
Al frenesí
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