Pensamos que la vida se olvidaría de nosotros. Que la fuerza incalculable del deber y de las obligaciones haría una excepción con nosotros. Creímos con todo nuestro ser y toda nuestra ilusión que, a pesar de todo, existiría un abismo en el que podríamos vivir exentos de todo ese dolor que la vida conlleva. Pero no podríamos habernos equivocada más. No podríamos haber metido la pata más al fondo pues la vida es tan rastrera como nosotros mismos y allá donde vayamos siempre nos perseguirán nuestros pasos pasados, nuestros demonios y nuestros mas temidos fantasmas. Fuimos estúpidos al pensar que podríamos construirnos un universo paralelo. Un oasis de riquezas en medio de un desierto de tormentas de arena. Aun así, no fue culpa nuestra, no fue nuestra culpa pensar que podíamos soñar sin pagar facturas o intereses a la banca del corazón. Sin embargo, ahí estábamos, delante de lo que antaño habíamos llamado hogar y ahora no eran más que pedazos de un sueño roto, fragmentos de una idea a medio construir. Aquello por lo que nuestras vidas acabaron corrompidas. Aquello por lo que el agua de nuestros cuerpos terminó por correr como el barro por en medio de sucias callejuelas. La verdad es que, si debo ser sincero, fuimos advertidos sobre los peligros que aquello que anhelábamos nos iba a proporcionar pero, como ya se sabe, la juventud da sordera y el amor da ceguera. Así que, sin darnos ni siquiera cuenta, cuando abrimos los ojos descubrimos con asombro que ya habíamos cavado nuestras propias tumbas y que todo era tarde para poner solución a ese montón de inocentes y estúpidas elecciones. Y finalmente llegó ese momento en que, tras todo aquel dolor, ni el mismo AMOR en mayúsculas pudo acallar los gritos, las lágrimas y el terrible chillido de la desesperación. (...)
Alessia Garnet
"como si de una tragédia griega se tratara..." El Laberint d'Horta, own picture.
