About me

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Todos empezamos a escribir por la misma razón: para liberar los pensamientos más profundos que tememos pronunciar en alto; para ahogar nuestras ansias de llorar y de gritar; para libar el sabor de vaciarnos un poco por dentro y llenar, de arriba abajo, una hoja en blanco que sin nuestros pedacitos de alma en vela, seguro seria del todo insustancial. Ésta es la versión más pura de mi alma. Más bien dicho: esta es mi alma en carne viva. Descubre mis palabras, saborea mis ideas insumisas, absorve un poco de mi eséncia. Dicho esto, soy Alessia Garnet: un futuro, joven y prometedor proyecto de escritora. Una pequeña alma blanca, viva, caótica y valiente.

dijous, 8 de novembre del 2012

Amor, dolor y drogadicción



Me dicen que encuentre el equilibrio. Que no puedo dejarme llevar por las emociones de este modo. Equilibrio, autocontrol, responsabilidad de mis actos. Palabras y más palabras. Bobadas. Estoy harta de que me digan lo que puedo o no debo hacer. Nos dicen que somos libres, es más, nos dan la libertad y después no puedo hacer lo que me plazca. Siento que me roban, pretenden robarme mi vida, quien soy, mi forma de comprender el mundo. Lo que soy. Creen que estoy loca, sin embargo, yo lo veo del revés. Porque no intentan entenderme, solo pretenden que sea como ellos. Una más. Alguien más del montón. Sin alma, sin motivos, un simple títere.
Puede que sea impulsiva, dramática, extrema si quieres. Loca, me da igual, soy así. Siento, actúo. Acción, repercusión. Repercusión, consecuencia. Consecuencia, solución. Y ahí me tienes, en un ciclo sin fin. Pero es de lo que se trata la vida, ¿verdad?  Solo que cada uno tiene su forma de expresarse.
Hay quienes lloran hasta quedarse vacios por dentro, los que gritan hasta no poder exhalar ni un sonido, los que se pelean con quien sea para sacar toda ésa rabia acumulada, los que salen a medianoche a correr hasta que el corazón pide un descanso y los que, al igual que yo, nos maltratamos físicamente para olvidarnos de ese dolor tormentoso.
No tengo intención de acabar con mi vida, nunca lo haría, solo me gusta sentir el frio del metal acariciando mi piel, la punzante cara cortante del instrumento, que dulcemente penetra mi carne y, ver las gotitas de sangre, que caen tan perfectas, brillan. Y ese aroma a hierro mezclado con dolor y el sabor amargo de las lágrimas. Y entonces, cuando siento la huella de la herida y luego, cuando empiezo a perder la noción del tiempo y todo se vuelve difuso, puedo llegar a olvidar lo que realmente me está matando por dentro. Por unos instantes, el suplicio de la herida, consigue trasladarme a otro mundo, menos lleno de odio y tristeza, rebosante de recuerdos e ideas extrañas, pero que no duelen, sino que me adormecen el alma. Sofocan mi llanto. Serenan y asosiegan mi corazón y de algún modo, me quedo dormida y todo rastro del dolor se desvanece.
Cuantas críticas evocan mis actos, cuantos miedos provocan, tanta preocupación y desesperación… y aun así, no puedo pararlo, porque forma parte de mí. Y el horror de los otros no hace más que angustiarme. Y sus intentos para frenar mis actos, solo me hacen querer repetirlos una y otra vez. Y nunca pensé que podría terminar así. Fui feliz algún día, antes de empezar a sufrir.
Pero, al cabo y al fin, ningún final está demasiado lejos de su principio, ya que, como he dicho, la vida es un ciclo. Un remolino de sucesos, emociones, vivencias, temores y, también, cómo no, amores. Nuestra gran perdición.
Aun recuerdo ver Moulin Rouge por primera vez; no la entendí. “Amar y ser amado de vuelta es lo mejor que te puede suceder”. Es fácil decirlo. Vivirlo es otra historia. Ahora creo más en otra frase que me dijo un buen amigo: “Al primer amor se le ama más, a los otros mejor”. Y como ya le dije, no me importan los antiguos proverbios. He amado y he acabado peor que si me hubiera caído de un quinto piso. No volveré a amar, no para volver a caer. No lo soportaría. Y ya no creo, en el amor. Al menos no como algo bonito, sino destructivo y capaz de acabar con todo.
Pero aun así, sé que hay clases y clases de amores. Y sé que volveré a amar, solo que cuando esté capacitada para ello y no me sea necesario herirme para sentirme mejor. Porque podéis llamarlo como queráis, pero el dolor se ha convertido en mi más preciada droga.

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